Conocí a un chico, mi alma gemela: me leía el pensamiento terminando mis frases, cumplíamos años el mismo día. Más no se podía pedir, ideal. Empezamos a salir, un romance relámpago. Tras 4 meses de relación, me propuso matrimonio. No le conté mucho a mi madre sobre mi pareja, él tampoco habló de mí a sus padres. Lo invité a mi casa para presentárselo a mi familia. Resultó que nuestras madres se conocían entre sí, dieron a luz juntas en el mismo hospital, hasta estaban en la misma habitación y luego perdieron el contacto. Mi futura suegra tenía poca leche en aquel momento, mi madre alimentó a mi chico con la suya. Mi hermano de leche, mi querido marido, un yerno precioso.
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El amor nos hace sentirnos vivos “Cuando te levantes por la mañana, piensa en el precioso privilegio de estar vivo: respirar, pensar, disfrutar… amar” A menudo perdemos el rumbo, nos dejamos llevar por esas bifurcaciones de la vida donde priorizar aquello que en realidad no nos ofrece la felicidad. Las presiones, las preocupaciones, los objetivos laborales, la necesidad de acumular más y más bienes materiales… ¿qué sentido tiene todo ello? Valoremos aquello por lo que merece la pena vivir, apreciemos el privilegio de estar vivos y de amar y ser amados.
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